Cuando pensamos en viajar a Europa, y especialmente
a Italia, lo primero que imaginamos son sus monumentos majestuosos, esculturas
milenarias, trattorias con toldos a rayas, gelaterias artesanales con sabores
curiosos y restaurantes premiados o con estrellas Michelin. Todo eso, por
supuesto, existe y deslumbra. Pero no es ahí donde se encuentra el verdadero
corazón de la cocina italiana. La Italia que deja huellas profundas no siempre
aparece en postales ni en guías de viaje. Vive entre calles tranquilas, detrás
de puertas sencillas y sobremesas familiares. Es esa Italia invisible al
turista apurado, pero inolvidable para quien se toma el tiempo de mirar más
allá del plato.

Viajé a Roma con
la intención de probar lo mejor: restaurantes aclamados, platos firmados por
chefs reconocidos y experiencias gourmet. En medio de esa búsqueda encontré
algo inesperado, algo sin estrellas pero con alma. Fue en un lugar apartado del
circuito turístico donde entendí que la verdadera cocina italiana a veces viene
en una fuente de loza gastada, acompañada de historias y recuerdos.
Si alguna vez sueñas con conocer Italia a través de
sus sabores más auténticos, sigue leyendo, porque lo que descubrí fue más que un
plato: fue una manera de vivir, de compartir, de recordar… Y te prometo que
vale la pena ir en su búsqueda.
A sólo 40 kilómetros de Roma se encuentra Palombara
Sabina, un encantador pueblo de la región del Lacio que guarda secretos
para ser contados y también saboreados. Mucho antes de que Roma se levantara como
la ciudad legendaria que hoy conocemos, estas colinas ya eran habitadas por los
sabinos, un antiguo pueblo itálico cuyo legado sigue vivo en la memoria de sus
piedras, en el sabor de sus productos y en el mito fundacional del rapto de las
sabinas (episodio en que los romanos tomaron a las mujeres del pueblo para
asegurar su civilización).

Los alrededores de este pueblito están custodiados
por olivos centenarios que han sido testigos de imperios, cosechas y de recetas
transmitidas por generaciones. De sus frutos nace uno de los tesoros más
preciados de Italia: el Aceite de Oliva Sabina DOP, orgullo regional y
uno de los más antiguos y puros del país. De sabor intenso pero equilibrado,
con un dejo afrutado y un toque picante (en los aceites más jóvenes), es el
resultado de una tradición que se honra desde el cultivo hasta la prensa. Por
siglos, los sabinos le atribuyeron propiedades medicinales y cosméticas, curando
heridas, calmando dolores y nutriendo la piel, por lo que aquí el aceite no es
sólo un ingrediente: es un legado y cada gota expresa la sabiduría de esta tierra.

Palombara Sabina se ha ganado un lugar especial en
el corazón de quienes buscamos experiencias culinarias auténticas y gran parte
de ese encanto se lo debe a la historia y a las manos de Nonna Nerina. Matriarca
de espíritu vivaz y alma generosa, nació y creció en este pintoresco pueblo,
aprendiendo de su madre y su abuela los secretos de la cocina tradicional:
preparar pasta fresca a mano, sin máquinas, con dedicación, paciencia y amor.
Durante años cocinó para su familia transmitiendo su sabiduría al calor de la
cocina, entre risas, aromas y conversaciones.
Su nieta Chiara, inspirada por esos recuerdos, se hizo
una pregunta tan sencilla como poderosa: ¿Y si los visitantes pudieran vivir esa misma experiencia,
cocinando con su abuela, como si fueran parte de la familia?
Así nació “Pasta con la Nonna” (Pasta with
Grandma), una experiencia única que invitaba a personas de todo el mundo a
preparar pasta casera junto a Nonna Nerina en la intimidad de su cocina. Con el
tiempo otras abuelas del pueblo se sumaron al proyecto, trayendo consigo
recetas, anécdotas y sazón. Lo que empezó como una iniciativa familiar se
convirtió en un símbolo de identidad local, impregnado de espíritu comunitario,
uniendo generaciones y convertido en una de las experiencias más entrañables
que ofrece la región.
Durante la pandemia, Chiara adaptó el proyecto al
formato online. Desde sus casas, personas de todo el mundo siguieron conectándose
con estas adorables nonnas a través de Zoom. Lo que parecía una simple clase de
cocina se transformó en una plataforma de turismo emocional y social que no
sólo mantuvo vivas las tradiciones, sino que generó ingresos para la comunidad
y dio visibilidad al rol vital de las personas mayores.
Nonna Nerina dejó este mundo, pero su legado sigue
vivo como símbolo de la cocina italiana, de sabiduría ancestral y de una verdad
esencial: los ingredientes más simples, como el amor y la memoria, son los que
realmente dan sabor a la vida.
MANOS A LA MASA: Mi experiencia
cocinando con Nonna Marguerita
Desde la estación Roma Termini tomé el tren con
destino a la estación Pianabella di Montelibretti. En apenas una hora, el
bullicio de la ciudad va quedando atrás y el paisaje se transforma: las
construcciones modernas dan paso a colinas suaves, casitas dispersas, terrenos
con olivos y una calma envolvente que anuncia la llegada a la campiña italiana.
Al llegar a la estación nos esperaba una van para
trasladarnos hasta el corazón del pueblo. Es verano, el cielo está despejado y el
calor se siente. En pocos minutos llegamos a Palombara Sabina: calles
adoquinadas, casitas de piedra, aire puro y una tranquilidad que parece haber
detenido el tiempo. Camila, nuestra guía, nos recibe frente a la iglesia con
una sonrisa cálida y un sonoro "Ciao!". Mientras caminamos nos
comparte datos, historias y la fuerte conexión que los sabinos sienten por su
tierra.
Subimos por callecitas empinadas y estrechas, saludando a los vecinos,
pasando por la casa original de Nonna Nerina (donde todo comenzó) hasta llegar
a los pies del Castello Sabelli, una fortaleza del siglo XI que corona el
pueblo y ofrece una vista digna de postal.
Luego de este recorrido, nos dirigimos a una casa
en las afueras, rodeada de olivos y muros antiguos que parecen absorber siglos
de historia. Allí nos esperaba nonna Marguerita, una abuela entrañable que reparte
abrazos alrededor de una mesa con taralli (pequeñas rosquillas saladas),
espumante de la región del Véneto, jugo de arándanos casero y bruschettas recién
horneadas con tomate San Marzano y el aceite de oliva local. Una bienvenida que
derrite cualquier formalidad. Aunque nonna Marguerita no habla español su
calidez lo dice todo, y Camila será nuestro nexo en esta aventura que desde el
primer momento se anuncia como algo más que una clase de cocina.
Entramos a un salón con mesas dispuestas en forma
perimetral y preparadas con esmero: ingredientes frescos, utensilios brillantes
y delantales impecables. Al centro, la mesa de nonna Marguerita, con ella sonriendo
y mirándonos con ternura mientras dice: “Andiamo, facciamo la pasta!”. Su
voz marca el inicio de la receta y nos abre la puerta a una tradición viva.
Semolina, huevos, manos en la masa, concentración y
risas. Aprendemos a formar el clásico volcán de semolina, a romper los huevos
con seguridad y a reconocer la textura bajo nuestros dedos. Amasamos con las
manos, trabajamos la masa con un rodillo tradicional y la estiramos con
delicadeza, ajustando el grosor según el tipo de pasta. Nonna Marguerita nos
guía con paciencia, paso a paso, compartiendo un conocimiento que no está
escrito en ningún libro.
Preparamos tres tipos de pasta: Tagliatelle,
cortados a cuchillo; Farfalle, con su forma tradicional de
mariposa (como pequeñas corbatitas) y Ravioli, rellenos de ricota
y espinaca (mezcla que nuestra la nonna preparó antes de nuestra llegada). Cada
gesto, consejo e historia que ella comparte transforma la clase en una
celebración a la memoria y al sabor.
Cuando la pasta está en su punto, la mesa puesta y
los platos servidos, nos
sentamos juntos y como si fuera lo más natural del mundo comenzamos a compartir
lo que hemos creado. Nonna
Margue presenta los platos en tres tiempos: primero Ravioli al burro e
salvia (ravioli con mantequilla y salvia), Tagliatelle al pomodoro e
parmigiano (tagliatelle con salsa de tomate y queso parmesano), y por
último Farfalle pistacchio pesto (farfalle con pesto de pistacho). Entre brindis,
anécdotas y platos que se vacían con rapidez, surge una sensación difícil de
describir: pertenencia. La pasta tiene otro sabor, sabe a hogar, aunque no sea
el nuestro.

El almuerzo termina con un espresso e una tazza
di gelato al limone (café espresso y una copa de helado de limón), porque
ninguna nonna deja ir a sus invitados sin postre. Nos despedimos con abrazos
sinceros, una libreta mental llena de historias y el corazón a saltos. No sé si
fue el espumante o la voz de nonna Margue, contando cómo su historia se ha
tejido entre fogones, pero sentí un nudo en la garganta. Pensé en mi abuela, en
esas recetas nunca anotadas, en los gestos que ya no supe imitar, en los aromas
de su cocina y en los sabores que se fueron con ella.
"Pasta con la Nonna" (Pasta With Grandma") me recordó que cocinar es
repetir un gesto que alguien hizo antes por amor. Es memoria, legado y presencia.
Esta experiencia no es una simple clase: es una inmersión cultural que se vive
con las manos, los sentidos y el alma por medio de secretos atesorados y
afectos compartidos alrededor de una mesa. Me fui con los dedos manchados de
harina, el alma ligera y el corazón más lleno que el plato. Porque a veces, lo
simple se vuelve sagrado y una cucharada de historia basta para volver a creer
en la magia de la cocina.
Nonna Margue dice que "il segreto della buona pasta è nel cuore" (el
secreto de una buena pasta está en el corazón)… Nosotros creemos que también está en compartirla.
Si llegaste hasta aquí es porque sabes que la cocina también puede ser una forma de viajar, de honrar la memoria y de reecontrarnos con lo esencial… ¿Y a ti qué sabor te lleva de regreso a casa?
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¡Nos vemos en la próxima mesa!
PASTA WITH GRANDMA. Via del Plebiscito, 4 - 00018 Palombara Sabina, Roma (Italia). Para conocer más sobre esta inolvidable experiencia visita su
perfil de Instagram @pastawithgrandma y su página web www.nonnas.it .
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